Rubén Moreira Valdéz
Cerca del ocaso del sexenio llegan a la Cámara dieciocho iniciativas constitucionales y dos de carácter reglamentario. Las envía el presidente y las apoya su partido. Como en botica, hay de todo un poco. Puede parecer una colección de deseos, promesas, reivindicaciones, antojos y hasta enojos. Pero en realidad, se trata de la construcción de una narrativa política para incursionar en el proceso electoral.
El mensaje es claro, por una parte, se marca el contenido y el tono de la campaña de la candidata y, por el otro, se busca distraer la atención de los electores para que no reparen en los tres grandes problemas que vive el país: inseguridad, inflación y el fracaso del sistema de salud.
En el primero de los problemas, según un estudio que tuve en mis manos, hay molestia de todos los segmentos de la población, incluyendo los más leales al partido oficial. El gobierno hace notables esfuerzos mediáticos y de propaganda para instalar en el colectivo la normalidad de la violencia, o cuando menos la responsabilidad del pasado en lo que sucede. Algo parecido pasa con la inflación y los servicios de salud, miles de “siervos de la nación” se afanan en minimizar los problemas que, según el discurso oficial, son responsabilidad de los conservadores.
Las reformas las podemos clasificar en tres grandes rubros. En el primero encontramos aquellas con las que se quiere un cambio de régimen, se caracterizan por atentar contra la democracia y los derechos humanos; el segundo, contiene una menguada oferta de derechos, y digo menguada, porque no es la que el presidente anunció con bombo y platillo; en el último grupo se integran una batería de propuestas con las que parece se quiere mandar un guiño a diversos sectores de la población o factores externos de poder.
La oposición se ha manifestado a favor de todo aquello que signifique elevar los ingresos de los mexicanos: programas sociales, mejores pensiones y salarios más altos. Votar eso no tiene problema; sin embargo, hay que advertir, ya se dijo líneas arriba, la enorme diferencia entre lo que se presume y lo que contienen las iniciativas. También a favor se perfila el apartado de derechos para los pueblos originarios. Por otra parte, PRI, PAN y PRD no darán ningún voto a las propuestas encaminadas a terminar con la democracia, destruir los poderes judiciales o cancelar los órganos autónomos.
El tercer grupo merece un análisis por separado y una profunda reflexión en cada voto para no dañar a México, hay desde llevar la prohibición de productos transgénicos a la Constitución, hasta perdonar deudas de seguridad social a los estados.
No puedo terminar sin decir dos cosas: la técnica legislativa deja mucho que desear y espero que a los legisladores de Morena les permitan votar la semana de 40 horas.