Ruben Moreira
Carlos Ilades, miembro de la Academia Mexicana de Historia, aborda la figura del monje José Gregorio Lemercier (1912-1987), de origen belga, que fue fundador y superior del monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección, en Santa María Ahuacatitlán, a las afueras de Cuernavaca, Morelos (Milenio, 27.01.24). Ensyo
En 1944 este benedictino, que había sido capellán del ejército belga en la Segunda Guerra Mundial, llega a México con el propósito de edificar un monasterio. Una precupación central de Lemercier era la estabilidad emocional de los monjes y que éstos se prepararan adecuadamente para hacerse cargo de su vocación religiosa.
Con este propósito Lemercier, a partir de 1961, comienza a psicoanalizarse. En el marco de las reformas y cambios que ocurrián en el mundo, también en la Iglesia, se abría una nueva experiencia en la vida religiosa.
El efecto positivo que el psicoanálisis produjo en Lemercier lo lleva a la decisión, como superior, de que todos los monjes integrantes de la comunidad adopten y vivan esa experiencia, que necesariamente, por su novedad, genera debate al interior de la Iglesia.
Lemercier, dice Ilades, hizo confluir en la comunidad benedictina dos corrientes para favorecer sus propósitos modernizadores: poner en práctica las directrices del Concilio Vaticano II (1962-1965) e instaurar el psicoanálisis.
El obispo de Cuernavaca, Méndez Arceo (1907-1992), lleva a Lemercier como su asesor teológico a las reuniones del Concilio en Roma. El obispo, ante las críticas por el psiconálisis, defiende públicamente esta práctica de los benedictinos.
Por un decreto de 1967, la Santa Sede prohibe categóricamente el psicoanálisis en el monasterio que conduce Lemercier. En su calidad de superior somete a consideración de los monjes la posibilidad de cerrar el claustro. La comunidad decide que ese es el camino y actúan en consecuencia.
El escritor Vicente Leñero se inspira en la experiencia del monasterio de Santa María de la Resurrección, para escribir su obra Pueblo rechazado, que se publica con gran éxito en 1967.
En 1987 Lemercier muere de cáncer y en la capilla de lo que fue el convento, diseño del arquitecto benedictino Gabriel Chávez de la Mora (1929-2022), Méndez Arceo celebra misa de cuerpo presente.
Las cenizas de este extraordinario personaje se depositan en el muro de la capilla. Lemercier revolucionó la vida religiosa. Tiempo después la práctica del psicoanálisis fue vista como algo valioso y que podía aportar a los sacredotes y religiosos, para vivir mejor y más plenamente su opción. El tiempo pasa y en el Tepeyac tenemos una exposición en homenaje a fray Gabriel Chavez, en la catedral de Cuernavaca descansa cada vez mas olvidado don Sergio, el obispo “rojo” y en Roma un pontifice que hubiere tenido como asesor a Lemercier y que no duda en condenar los extremos de la sociedad consumista.