Rubén Moreira Valdéz
Fue un inquieto historiador hidalguense, allá en el 2012, quien a través de un regalo me introdujo a Christian Duverger, autor de “Crónica de la Eternidad”, libro que sostiene y busca demostrar la hipótesis de que fue el propio Hernán Cortés y no Bernal Diaz del Castillo el autor de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
Hace unas semanas, en una de mis incursiones a una librería que lleva el nombre de un conocido vegetariano de la India, me encontré “Memorias de Hernán”, el más reciente texto de Duverger y en el cual el escritor francés nos plantea otra interesante hipótesis sobre el villano favorito del régimen morenista.
En el ánimo de polarizar que recorre el país, todo resulta útil, que mejor que abonar al mito fundacional de la nación mexicana y de paso poner a tiro dos o tres villanos en los cuales descargar odios y justificar la mala pata que luego nos invade.
Queda claro, que ni por error, los dogmáticos alumnos del señor de las narcoseries le exigirán a los güeros disculpas por haberse carranceado más de la mitad del territorio que nos heredaron los españoles. Crimen mayúsculo si recordamos que en esa parte del territorio se quedaron los malls que encantan a nuestros sufridos neoliberales, el petróleo tejano, lo pavimentado, los equipos de fútbol americano que enloquecen a los políticos morenistas y otros atractivos que no menciono para no terminar acusado en el INE por temas de género.
El autor nació en Burdeos, es doctor por la Universidad de la Sorbona y profesor de Antropología Social y Cultural de Mesoamérica en la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Fue consejero cultural de las embajadas de Francia en México y República Dominicana. Ha colaborado con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la UNAM y la UdeG. Además, es miembro numérico de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México.
Duverger plantea que Cortés fincaba en el mestizaje el éxito de la expedición. Nos recuerda que el extremeño era un hombre de letras, leyes y armas. Que antes de pisar tierra continental vivió quince años en las Antillas, que en Cuba aprendió de los errores cometidos con los taínos y que conoció las historias de aquellas ciudades que existían más allá del mar. También aprendió la idiosincrasia de los habitantes de la región y hasta se dio tiempo de tomar cursos de náhuatl.
Hace unos días, el inquieto historiador Marco Mendoza me invitó a una sesión de la famosa academia que mencioné líneas arriba, en donde el investigador Christian Duverger presentó el libro al que me refiero; el evento se prolongó por más de dos memorables horas; la personalidad arrolladora y la erudición del autor animaron una charla que pudo, fácilmente, llevarnos hasta el amanecer.
México no merece ser polarizado y dividido, tomando como pretexto un debate de hace cinco siglos. Hay que eliminar la pobreza del país, lograr la paz y construir la armonía. La esencia de lo mexicano tiene raíces que se hunden en las milenarias tradiciones de nuestros pueblos originarios, pero también en antepasados que caminaron los desiertos del Sinaí y las montañas de Galicia.
En todo caso, los alumnos del barbudo marxista nailon deberían recordar que, en su credo, la historia es la lucha de explotados y explotadores, que en las naves europeas venían muchos que recibían latigazos y que en la América idílica a los tlatoanis les daba por comerse a los súbditos, por cierto, en pozole.