Tarde o temprano, llega la crisis. Un gobierno no puede terminar bien, si en su día a día predominan tres actitudes constantes: frivolidad, ocurrencia y polarización. Campeche vive momentos inusitados donde la habitual tranquilidad se ha roto. Una manifestación de policías domina la preocupación y la plática de toda la comunidad.

El pasado viernes quince de marzo por la noche se ordenó la sustracción de once reos del penal de San Francisco Kobén; un tipo de operativo que, si bien no es sencillo, sucede a menudo en las prisiones del país. Las cosas terminaron muy mal y el saldo es el paro laboral de los elementos de seguridad pública del estado y de algunos municipios.

El operativo estaba destinado al fracaso y delata lo que muchos advertimos: la llegada de Layda Sansores al gobierno ha tenido como efecto el debilitamiento de las instituciones y la ruptura de la paz. Campeche, como sucede en casi todo el país, se encuentra polarizado y con demasiados enconos. La gobernadora decidió politizar la justicia y emprendió acciones contra todos sus opositores.

Antes de avanzar, hay que aclarar que Sansores llegó al cargo con tan solo la tercera parte de los votos, es decir, que la mayoría de los electores apoyaron otra opción política. Lejos del buen oficio de gobernar, la controvertida morenista arremetió contra quienes piensan distinto que ella; imitando al Ejecutivo Federal y a lo que gustaba hacer Hugo Chávez, la hija del experimentado “Negro” Sansores lanzó un programa de televisión denominado “La Hora del Jaguar”.

En ese espacio carnavalesco, el televidente puede observar, desde grotescas coreografías dancísticas, hasta ofensivas llenas de misoginia contra diputadas opositoras. El problema es que, mientras la señora se divierte con ese programa que evoca a uno muy antiguo y famoso, protagonizado por Héctor Lechuga, Alejandro Suárez y Manuel el “Loco” Valdez, su estado se despedaza.

La titular de la Secretaria de Seguridad no cuidó el operativo, veamos: uno, semanas antes se debió realizar una revisión de las instalaciones, los reos tenían en su poder armas blancas, bombas molotov y objetos que usaron como proyectiles; dos, no se guardó la secrecía del operativo, en el interior del penal todos tenían la información; tres, el contingente que se utilizó para la fallida sustracción de internos no contaba ni con la preparación, ni con el equipo adecuado; cuatro, es inexplicable que en la primera línea del operativo colocaran a mujeres, los prisioneros capturaron a varias de ellas y las violentaron, y cinco, no había al exterior suficientes fuerzas de apoyo, ni un plan para enfrentar una posible crisis en el operativo de sustracción de los reos.

Layda Sansores, fiel a su procedencia política y ante la inconformidad, primero minimizó el problema, después amenazó e insultó a los policías y por último los descalificó. Es tan legítimo el reclamo de los elementos de seguridad que la sociedad campechana los arropó y ha salido a manifestarse a su favor en las calles. El pasado domingo, 20 mil personas tomaron las principales avenidas. Layda apuesta al desgaste y a las amenazas. Su frívolo gobierno está tocado y debe caer.  

Rubén Moreira Valdez